Desde una terraza en Estambul
Mi Juli Te va a gustar, yo la admire por hacerme sonreír, suspirar y aliviar la tristeza con la que llegue. Las cosas se acabaron entre él y yo. No, en realidad no se acabaron, pero yo decidí dejar de estar a su lado aun con ganas de quererlo. Y Estambul apareció como la salida de emergencia, aunque la atravesé con la carga de aceptar el dolor que yo escogí desde que empecé a quererlo. En la madrugada te despertará el canto del almuecín, la llamada a la oración de los musulmanes. No era la primera vez que lo escuchaba pero ese extraño cantar que antes me pareció molesto y desentonado. Esta vez fue para mí preciosamente melancólico, una triste poesía. No sé a ti a qué te vaya a sonar, pero seguro que no te hará gracia que interrumpan tu sueño, dormilona. Santa Sofía, ahora museo y mezquita, antes basílica patriarcal ortodoxa. El recinto es interesante no importa la religión que se profese dentro de el. Antes me sentía un poco así Juli, como algo que se construye y des