Ma Chérie Paris

París es encantadora, adictiva, interesante. Te consume, te absorbe, te deja exhausto y extasiado. Toda ella es arte, caminarla, sentirla, respirarla me hace querer conocerla cada vez más, para adorarla aun más. 

Es delicada y elegante. Solo mencionarla y más de uno suspira. Su arquitectura, cual firmes piernas, insinúa una fuerza interna, que con los murmullos de los que la recorren parece acrecentar. Su arte, labios sabios que te hechizan con innumerables historias. A veces parece fría, distante, pero solo es un pobre intento por pasar desapercibida. No puede evitar ser buena, en especial con los extraños como yo,  al fin y al cabo le gusta que la admiren, nunca me lo ha dicho pero se ve en cada parisino que la habita. Es orgullosa y razones de más tiene para serlo. Apabullante, ma chérie. 


Me gusta mirarla al atardecer, su seriedad se torna cálida, y el tenue rojizo que la cubre la hace parecer inocente, un tanto ingenua. Te hace creer que es predecible, comprensible, apacible. Pero cuando las estrellas la coronan, sus luces se sueltan y te envuelven en una noche tan perfecta que te hace sentir mareado, anestesiado, drogado. 



Era la segunda vez que nos encontrábamos y una vez más quise que fuera mía. La recordaba un tanto fría y gris y aun así había prometido que regresaría. Regresé y el primer día recorrí sus jardines en Versailles. No la conocía en primavera, seguía siendo ella, pero su calidez llegó a mi alma oportuna y clara, derritiendo soledades. 



No es posible conocer a alguien si no conoces su pasado, quería saberlo todo sobre ella. Resulto tener un pasado resplandeciente entre joyas y fortuna, turbio de conciencia, y otro no tan pomposo y decorado pero apasionadamente libre. Me gusto aun más. Su pasado la había erigido y el resultado era esplendido. 


Escuché todo lo que quiso contarme e intente leer en sus antigüedades algún secreto que la hiciera menos inspiradora, menos interesante. La recorrí hasta que casi me sangraron los pies. Pasar tiempo en ella me hacia querer ver más, saber más, sus detalles no calmaban mi curiosidad, la exacerbaban. 



Una noche tibia dio su golpe de gracia, me convenció de ser única ante mis ojos y la primera entre tantas. Unas copas de champaña helada, una vista esplendida, Notre Dame nos miraba, también la bella Tour Eiffel, un beso esperado, un abrazo lleno de palabras. Finalmente, verla, verla toda desde arriba, con sus luces y oscuridades. Ya no me engañaba, ya no creí su aparente calma y fingida sumisión, sabía lo que, bajo esa sublime fachada, ardía: historia, arte, rebeldía, romance. Mi preciosa, mi querida París. 



Comentarios

  1. Que mas decir? Se me acabaron las palabras, los calificativos, los elogios. Admiración pura y solo tu eres la culpable

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    1. Muchas gracias, con gusto y a veces nervios, me esfuerzo por hacer de cada escrito algo diferente. Algo que describa mucho más que un viaje. Me declaro culpable, delito premeditado.

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  2. Hola llegué acá por pura curiosidad de entender el porqué de tantos elogios.
    Buen blog, muy bien escrito, muy entretenido, lo leí todo. Tuve la suerte de tener una conexión limitada de internet y no me dejó ver ninguna de las fotos de las entradas, lo cual jugó a favor del ejercicio de imaginar cada lugar y experiencia.
    Sólo una recomendación, por favor sigue escribiendo.

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    1. Bienvenido a mis viajes. Habrás notado que esta colección tiene más viajes al interior de mi cabeza que a los lugares que intento describir. Así que bienvenido. Esta es mi colección, esta soy yo. Si ves las fotos después, me cuentas si les hice algo de justicia a los lugares o si imaginaste algo diferente, aun mejor. El viaje seria más tuyo. Gracias por leerme y por la recomendación, seguro lo haré.

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