Jerusalén y Belén, cuanto pesa su historia en mi colección

Belén y Jerusalén entran a mi colección, haciendo que se revuelvan otros recuerdos y sentimientos, pero lo más importante inyectando ganas a mis metas. 

Nunca he sido muy religiosa, desde mis primeras clases de filosofía en el colegio empecé a dudar de todo lo que me rodea, lo que veo y lo que no, todo se volvió subjetivo, inestable, relativo. Espejismos, cortinas, ideas vagas, todo mi mundo me pareció un escenario dispuesto para el show de una vida con poco sentido. Con dolor a mis 16 años desee no pensar tanto, no dudar tanto, vivir en una anestésica y resignada ignorancia pero jamás lo logré.

Como la mayoría de adolescentes, me dediqué a adolecer. Me dedique a odiar este mundo por estar tan lleno de odio, posición bastante absurda ahora que lo pienso. Con el paso del tiempo, de personas, y de situaciones, empecé a ver tanta miseria desde perspectivas que cargaron mi vida de sentido, como la felicidad de poder ayudar.

Ahora que lo pienso, para alguien con tanta suerte como yo, no era realmente difícil ver el lado bueno de la vida, pero para mi fortuna o desgracia, soy tan sensible que por más suerte que yo tenga el mal ajeno me exprime la alegría. Hasta que elegí aprovechar mi suerte y pesaron más las ganas de hacer algo útil para ayudar, que la pesadez del mal.

La religión es un tema que sigo evitando, porque tratar de entenderla me sumerge en hechos tan absurdos y tristes que me asfixian pero la espiritualidad, el servicio a los demás y sobre todo el amor me siguen moviendo cada día y por alguna razón o sin razón alguna, este año pasé Navidad en Jerusalén y Belén.

Cada lugar sagrado, desde el lugar en que Jesús nació hasta el lugar en que Jesús murió(lugares sagrados cristianos), desde el muro de los lamentos (lugar sagrado judío) , hasta la Cúpula de la roca (lugar sagrado Musulmán, Mezquita),todos representaron una tormenta interna de sensaciones y sentimientos.

Estar en una ciudad que reúne tres reconocidos lugares, de estas grandes religiones, hace de Jerusalén un punto de forzosa integración, de personas con verdades diferentes, pero cada una tan válida como grande sea su fe, siempre y cuando su verdad pueda existir junto a las de los demás.

Caminaban hombro con hombro entre los apretados callejones, un parpadeo y estaba en el barrio judío, otro más y estaba en el árabe. Un momento estás rodeado de reservadas personas, todas muy calladas y aplomadas y al siguiente el ambiente se inunda de algarabía y grandes ojos árabes.

Mientras ellos vivían un día más de sus vidas, yo luchaba por reprimir las ganas de tomar a cada uno y hacerlos abrazarse, escucharse, mirarse y en el último de los casos simplemente olvidarse pero hay heridas que jamás cicatrizan. Yo solo espero que esta cicatriz no termine siendo una enfermedad terminal o un virus que se lleva miles de vidas y se propaga indiscriminadamente.

Me fui de Belén, segura de que ni Moisés, Abraham, Mahoma o Jesús, estarían felices u orgullosos de nosotros si vieran la poca espiritualidad que queda en la religiosidad y la gran falta de amor y tolerancia que está acabando con tantos.