Autobiografía "Un viaje al pasado"

Domingo 23 de febrero del 2014 son las 8 de la noche y yo, A.G.D una joven de 19 años me siento después de un largo día a recordar.

Los recuerdos son los pasos que dimos hacia lo que somos pero aquellos pasos decisivos o tal vez caídas durante el camino, son los que quiero resaltar para ubicar la lupa de la memoria sobre las huellas que he dejado tras de mi y que me han llevado esta noche, a estar aquí.

Hoy me levanté temprano, levantarme temprano sin quejarme desde que tengo memoria nunca ha sido un problema, mi papa es militar y ese tipo de situaciones rutinarias, ya no son la gran cosa, desperté a las 7 de la mañana, fueron poca horas de sueño, después de haber salido a bailar la noche anterior con mis amigas de San Andrés a quienes conocí el año en que viví en esa maravillosa isla aquel 2011 pero bueno esa es otra historia. El despertador sonó esta mañana y como un tiro, me levanté, me bañé, preparé mi desayuno y salí a tomar el trasmilenio, lista para un viaje de casi dos horas a Ciudad Bolívar.

Cada domingo, paso el día en un pequeño barrio, soy profesora de un grupo de niños en un área con altos niveles de pobreza económica, es un regalo para mi, la compañía de esos pequeños que me recuerdan lo verdaderamente esencial de la felicidad; aun recuerdo el día en que supe que no todos los niños tenían tantos juguetes como yo, que no todos vivían como yo lo hacía.

1998, tenia 5 años, navidad estaba cerca y mi mamá se sentó a mi lado frente a mi interminable closet lleno de juguetes, tenia que elegir no el que menos me gustara o el que ya no usara, si no varios juguetes que me parecieran lindos y que quisiera regalar, al principio fue difícil, hasta el juguete más abandonado me parecía un tesoro cuando pensaba que otro niño jugaría con el pero el día llegó y con mi familia fuimos a celebrar una novena en la casa de una familia que vivía junto al río Magdalena, eran muchos niños, pocos cuartos, comida y espacio, en ese entonces vivía en la Dorada Caldas, tenia 5 años pero ese momento fue suficiente para darme cuenta de que yo podía hacer feliz a otras personas y que eso me hacia más feliz que cualquier juguete. 

En la Dorada viví 12 años, 12 años llenos de la calidez de un eterno sol, del olor de la subiendo de pescado y la cosecha de mango, de la piscina de ocho de la mañana a ocho de la noche, hasta que mis dedos no podían estar más arrugados, una vida de contrastes, de una piscina y jacuzzy a un paseo de rio y una olla de sancocho, de ser amiga de los hijos del más alto rango y amiga de la hija de la señora que nos ayudaba con el orden y la comida en la casa, contrastes, contrastes, diferencias pero diferencias al mismo nivel, nunca más arriba que otras. 

Continuo en el trasmilenio y ya veo esos contrastes, de ellos esta hecha la vida, del que cede la silla a la anciana, del que se hace el dormido, del que al menos escucha la historia del vendedor ambulante, del que la ignora y se clava más los audífonos, del que va con prisa, del que no tiene a donde ir, y en medio de ese ir y venir en un mar de tantos colores como los del mar de mi isla, me dejo llevar por el recuerdo de esos días de mi vida en que ser infeliz parecía mi más preciado pasatiempo, la adolescencia suele ser complicada pero para mí fue como vivir sufriendo por simple gusto. 

La filosofía y la escritura siempre me apasionaron y no me escudo en ellas para excusar mis bajas de ánimo sin fundamento pero la magia de escribir cuando el dolor es real o imaginario te inunda, es como dejarte sorprender por algo que vive en ti pero que tu no conoces. 

Con suerte esos días terminaron cuando preferí madurar un poco, lo suficiente para por fin entender lo que papá decía cuando repetía sin parar que la felicidad era una decisión. 

Por fin llego al barrio con los niños todos me reciben con un cálido abrazo lleno de polvo y amor, los abrazo a todos, solo pasaron ocho días y siento que los extrañe como si el tiempo hubiera sido más largo.

Abrazos, otro ingrediente de la felicidad, durante el 2012 después de graduarme, viví seis meses fuera del país, experiencia que aunque me dio independencia , me hizo "abrazo dependiente", la necesidad del calor familiar y el  valor que ganan las cosas simples de la vida cuando ya no están, crece de forma inimaginable. 

Detalles así se cargan de significado en ese alejado barrio, un plato de arroz con pollo que te ofrece una familia que no tiene dinero suficiente para sus necesidades, brilla como oro y sabe como el mejor manjar de la tierra y solo me hace desear regresar al pasado y comer con gusto esa comida que de pequeña me di el lujo de odiar, sentada a  la mesa varios años atrás, tratando de no vomitar cuando la verdura tocaba mi lengua, ahora lo recuerdo y la vergüenza me mata de pensar en la fortuna que despreciaba pero bueno sin haber cometido un error es imposible aprender de él. 

Uno de los niños más grandes se acerca a saludar, para él no hay lugar para los abrazos, su vida es demasiado dura para darle espacio al calor de los brazos de alguien que no lo conoce lo suficiente, hace poco decidió dejar el colegio, sentía que estaba perdiendo su tiempo, tiempo que ahora le sobra para descubrir mundos de los que a lo mejor no podrá salir. 

Descubrir mundos, así podría titularse la crisis que atravesé al terminar once, todo iba bien, al fin y al cabo ¿que tan difícil podía ser escoger una carrera, ir a una buena universidad, estudiar, graduarte y trabajar, como hacen todos los que tienen la oportunidad? Pero mi papá es un hombre diferente, él no piensa como la mayoría de papás suelen pensar, así como la idea de ser feliz, la idea de escoger lo que yo deseara y no lo que los demás siempre escogen fue lo primero que decidió decirme cuando hablamos de mi futuro, del siguiente paso. 

Después de que creí que mi decisión se reducía a cruzar una puerta, el prefirió mostrare otras cien y mi cabeza dio mil vueltas y me llené de angustia, extrañamente la opción de ser feliz que me ofrecía, me asusto más que la idea de no tener opción. 

Ahora miro a este joven de Ciudad Bolívar, cree que no tuvo opción y no le teme a el camino que le espera, no alcanzo a imaginar cuantas cosas más ha vivido para ya no sentir miedo de la vida, yo sin vivir demasiado ya sentía miedo de poder escoger ser feliz. 

Para mi fortuna, la libertad de elegir no me hizo desperdiciar la suerte de poder estudiar, con el propósito de algún día ayudar a los que no tuvieron ese chance o ayudar a quienes creen que no lo tienen a encontrarlo, por eso espero que un día de estos, este niño de Ciudad Bolívar pueda verme como una amiga o al menos una conocida que, como hizo mi papá conmigo, le mostró  puertas que no sabía que estaban a su alcance.

Estudio Comunicación Social con énfasis organizacional, mientras hago doble programa con la Licenciatura en Lenguas Modernas, y jamás ha sido una carga pues solo pensar que son las bases que me llevaran a cumplir mi sueño de ayudar más y generar cambios, me motiva no solo a cumplir con mi deber como estudiante, si no a disfrutar de la oportunidad que tengo. 

Este barrio se ha convertido en un regalo de los niños para mi, asistir y ayudarlos era mi objetivo pero con el tiempo venir a verlos se ha convertido en una bendición, son ellos quienes me dan el regalo de volver a lo básico, me dan la fortuna de sentirme valorada, me regresan las ansias por disfrutar del sol y el viento, sin más juguetes que la imaginación, yo voy no a ayudarlos, voy a que me rescaten de las banalidades de la vida y me inyecten amor por ella. 

La mezcla de ambientes, culturas, filosofias y situaciones que he vivido, han hecho de mí lo que soy, una mujer con ansias por retribuirle a la vida la suerte con que la ha dotado, apasionada por la felicidad, romántica al escribir, y soñadora, muy soñadora. 

Comentarios

  1. Esa es la vida simple y llanamente

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  2. No hay mejores palabras para describir lo poco que valoramos lo que la vida nos a dado pensamos que no tenemos nada cuando lo tenemos todo ������������������������������

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    Respuestas
    1. Todos los signos de interrogación son manos aplaudiendo

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