Un instante

¿Qué cómo estoy? ¿Me lo preguntas con la intención de escuchar atento mi respuesta, aunque no sea el “bien” de siempre que todos responden pero que nadie siente? ¿Qué cuántos años tengo? ¿Acaso importa? ¿Qué te podría decir mi edad sobre mi? He conocido ancianos de veinte y tantos y bebés de treinta y tantos. ¿Novio? ¿Por qué la pregunta? Sí te gusto déjame que lo noté, deja que descubra si me siento más, o menos sola en tu compañía. ¿Sorprendido? ¿Me creías más básica y predecible? No trates de descifrarme a partir de mi ropa, mis tatuajes, mis gestos, no soy lo que llevo puesto, ni siquiera soy la piel que habito, no soy nada de lo que ves, comparto la existencia, con este par de ojos, con este par de manos, con estas dos piernas, pero no soy yo.

Solo soy por instantes, instantes cada vez menos frecuentes, en el agitado ir y venir de la vida, del tiempo, de las responsabilidades, de las decepciones y de los miedos, como débiles signos vitales, se van extinguiendo los momentos en los que soy, los rasgos de mi alma, los colores de mis sueños. No agotes el momento con preguntas de cajón. Y dale a este corazón un soplo de vida que me haga volver.

¿Y tú? Dejame ver más allá de lo que le muestras al mundo, prueba que vienes en son de paz, no vengas a luchar contra mi, ni a pedirme que luche contigo, quítate el escudo, yo también bajo  la guardia, no quiero un compañero de batalla, ya se cómo pelear sola. Hay tanta gente con quien estar, pero nadie con quién ser. Ahora solo quiero ser, sé conmigo un instante.

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