Tragar no alimenta, en exceso enferma y sin variedad mata.

El comunicador social como un intelectual, “un mediador de las demandas sociales y las formas comunitarias de comunicación” (Barbero,2005, p.7). Que bonito suena eso pero que utópico parece en un mundo saturado de productores y reproductores de información fugaz, banal y descontextualizada, derrotados en la lucha contra el inmediatismo, sin ganas de seguir luchando por hacer comprender a las audiencias el peso real de cada acontecimiento y sin audiencias interesadas en saberlo.

En un mundo que se recalienta, saturado de contaminación en todos los niveles posibles, el compromiso y la responsabilidad del comunicador se hace cada vez más grande al igual que la culpa. Pero quiero creer que no todo esta perdido y que junto con la nueva tendencia de concientización medioambiental llega una nueva era de consumidores consientes no solo de mercancía si no de medios. Y un comunicador que atienda a esa demanda con productos mediáticos socialmente responsables.

El consumidor parece estar despertando de su trance consumista y se está interesando por los procesos detrás de los productos, por los implicados, por la justicia y las condiciones involucradas en el producto que consumen. ¿Se extrapolará este consumo consciente a los medios? La demanda genera oferta, soñar con otra forma de producción es otra historia. Pero una audiencia que demande medios de comunicación competentes, eficaces, veraces e íntegros le daría al comunicador el nuevo reto que la sociedad entera necesita pero que parece ignorar, al menos por ahora.

Si el público ya no quiere más productos que contaminen, no quiere alimentos que enfermen, no quiere productoras que exploten a los trabajadores, no quiere injusticias involucradas en lo que consumen. ¿Cuándo consumirán bajo la misma lógica los productos mediáticos? ¿Cuándo se preguntarán por la manera en que se contamina la visión de la gente con una noticia tergiversada? ¿Cuándo se preguntarán por las voces silenciadas que enferman y mueren cada día en la ausencia de un periodista que alce la voz por ellos y que sea escuchado sin caer en el olvido? ¿Cuándo la contaminación mediática y el exceso de basura y desperdicios que están generando los medios de comunicación será un tema de moda? También se está contaminando con tanta basura informacional y cero transformacional.

El monopolio capitalista se está tragando todo, las buenas historias, la pluralidad de opiniones, los enfoques diversos, las ideas diferentes. Y un país tan diverso como el nuestro no puede ser silenciado con una historia contada por otros, una historia que no es la nuestra. La lógica económica globalizada se está enraizando cada vez más en nuestras vidas y es una tragedia que en un país con tanta diversidad, con tantas historias, con tantas razas se nos castre incluso a nivel intelectual. “Nos han escrito y oficializado una versión complaciente de la historia, hecha más para esconder que para clarificar, en la cual se perpetúan vicios originales, se ganan batallas que nunca se dieron y se sacralizan glorias que nunca merecimos” (García Márquez, 1994).

Nos queda la tarea del relato nacional que nunca conocimos para reescribir el futuro de los que hoy sentados en el salón de clases son instruidos dentro de un sistema educativo pensado para otros. Jóvenes y niños colombianos cada vez más alejados del conocimiento intuitivo y fundamental con el que llegan a este mundo en donde “la realidad no termina donde dicen los textos” (García Márquez, 1994).

Exijamos historias bien contadas, conozcamos nuestro pasado para decidir sobre nuestro futuro de manera consciente.  Nosotros, la generación que sabe que el mundo no termina en con el “the end” de las películas.  Nosotros la generación que ya salió, viajo, se sorprendió, decepciono y extraño ese no sé qué de este país, desempañemos el entendedero y pongámonos exquisitos con lo que quieren hacernos tragar todos los días frente a la pantalla o en el salón de clases.


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