Un viaje diferente

El tiquete de vuelo un pequeño cuadrito que se derritió en su boca. La noche pasó sin más. Antes de ir a dormir, ya en la madrugada, decidió tomar una ducha. Abrió la llave y antes de iniciar el ritual mecánico de darse un baño. Estiró los dedos como hechizada por el agua que caía. Sus dedos bailaban con el agua. Y por primera vez realmente la veía. La magia del elemento la envolvía fue ahí cuando supo que el viaje había comenzado.


Volvió a la cama, aun tratando de asimilar como era posible que se hubiera bañado tantas veces en su vida y que nunca se hubiera detenido a pensar en lo maravillosa que era el agua y la manera en que se adhiere al cuerpo en forma de pequeñas gotas. En su liquidez y preciosa transparencia. Pensó- Solo reconociendo la belleza y perfección del agua. Entendemos la belleza y perfección de nosotros mismos y del planeta al fin y al cabo eso somos, agua.


Una vez en la cama se arropó, y como en un tobogán se comenzó a deslizar entre las realidades. Se vio junto a un hombre regalando pequeñas plantas a la gente que pasaba y sintió que era feliz. Vio tres hermosas mujeres negras charlando bajo la tierra y supo que se trataba del origen, ellas eran la tierra, tan voluptuosa, generosa y cálida como ellas. Comprendió la profunda conexión de la tierra con lo femenino. La madre tierra cobró sentido. La unión y la fuerza entre ella, Gaia, y las mujeres se trata de una conexión inmensa y poderosa. Tierra y hembras, únicas capaces de albergar vida, de alimentar con sus entrañas. Diosas, diosas en y con la tierra.


Saltó a otra dimensión, vio a un grupo de mujeres recibirla, la llamaban Loba. -Loba ha regresado. La bañaban y cuidaban, se sentía cansada, como regresando de un largo viaje.  Un ojo apareció frente a ella y como una fuente lanzó un chorro de energía que la obligó a sentarse en la cama. Ya no sabía si lo soñaba o lo vivía. El ojo y ella se conectaron, directo a la glándula pineal, al tercer ojo, la energía fluía directa hacia ella. Alfa y omega, principio y fin, la mas vasta complejidad reducida a la simplicidad de la mente humana para que por un momento ella pudiera entenderlo.  Lo vio todo y a la vez vio la nada. Comprendió la unión de los contrastes, sintió la verdad de las diferencias e innegable realidad de ser todos uno.


Supo también que no podría explicar jamás la verdad que se revelaba ante ella porque el lenguaje la limitaría y que una vez lo pusiera en palabras jamás conseguiría describirlo. Entendió que esa exactamente era su debilidad en su actual existencia, su amor por el lenguaje, por las palabras por las letras, la hacía prisionera. Solo en el mundo de las sensaciones, de las emociones y los sentimientos podría encontrar su libertad.


Reconoció que nada de lo que ahora sabía era nuevo, siempre lo había sabido, pero lo había olvidado al nacer. Su actual existencia no se trataba más que de un pequeño bucle en el tiempo. Sus preocupaciones terrenales, sus afanes absurdos, el estrés de cada día perdieron todo sentido. Su pequeña existencia en la tierra no era más que una diminuta mancha en la inmensidad del universo, al que realmente pertenecía. Sintió nostalgia, quiso volver a ser una con el universo, sintió lo limitada y asfixiante que era la vida en la tierra en comparación con el poder del origen. Pero en el fondo sabía que tarde o temprano regresaría a ser polvo de estrellas.



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