NADA y TODO cambió

 ¿Y si vuelvo a escribir?

¿Y si me trago todo este dolor, lo retengo en el pecho, para canalizarlo por los brazos y teclearlo después?

¿Y si en vez de darle la espalda y bloquear todo lo que duele, por fin me doy la vuelta y miro de frente lo más triste que me ha pasado y escribo? 

Acá en vivo y en directo, sin pensarlo, sin reescribirlo, sin acomodarlo, lo haré, aquí y ahora...respiro hondo, no quiero llorar, las lágrimas no son cómodas , menos al escribir, uno…..dos….tres….


Era nuestra tercer cita, y la primera vez en que no estaba muerta de nervios. Tranquila, y emocionada de por fin ver cuánto había crecido desde la ultima vez que lo vimos, memorizaba las medidas de la cita anterior, pequeños milímetros que abarcaban toda mi ilusión y felicidad. Recordaba la velocidad de los latidos de su corazón, no soltaba mi carpeta rosa, detallaba el dibujo, una mamá con su bebé en la panza, y pensé ahora soy mágica, estoy creando vida, al final escrito en la carpeta
“Mi mamita es_____________” -Soy yo mi amor!, pensaba, mientras acariciaba mi panza ya mas gordita.


“No me gusta lo que veo”, ”No hay actividad cardiaca” me hundí en la camilla, apreté los ojos para despertarme de la porqueria de pesadilla que estaba viviendo y nada. Atrapada ahí, entre el doctor, y la mirada errática de mi esposo al que le apreté fuerte la mano, para que me sacara de esa camilla, aunque en realidad quería que me sacara de ese cuerpo, mi cuerpo creador de vida, de pronto se había convertido en tumba, lo llevaba dentro, sin latido, sin vida. Y yo no sabía qué hacer con la mía. 


Grité,grité “Dios, porfavor mi bebé no” , me colgué del cuello de mi esposo y lloré mientras murmuraba “nuestro bebe, nuestro bebé.”. Después de eso, nada, supongo que como robot me vestí,recuerdo la voz del doctor como murmullos. Salí del baño, los hombros caídos, la esperanza rota, había ocurrido lo peor.



"Esto es más común de lo que parece", "Pronto podrán volver a intentarlo" , "Ustedes son jóvenes”, "No hay culpables", "No hicieron nada mal". El doctor no paraba de disparar frases que me atravesaban y me terminaban de partir en dos. Yo no quería otro bebé quería a mi bebé, el que hace dos segundos creía sano y salvo dentro de mi. Yo no quería recordar qué habíamos hecho todo bien, porque evidentemente no había servido de NADA.



Salimos del consultorio. Afuera montones de futuras mamás y sus inmensas barrigas nos miraban...¿Por qué yo? ¿Por qué no ellas? ¿Por qué a mí? ¿Porque mi bebé? esto no puede estar pasando. Pero sí pasó, perdí a mi bebé. Mi bebé había muerto hace una semana y yo no me había dado cuenta. 



No me pude despedir. Me esforzaba por recordar la última vez que le había cantado y no lograba recordarlo, la última vez que le había contado algo, la última vez que su papá le había dicho que lo amaba. Al llegar a casa no quería caminar, consideré arrastrarme, no tenía sentido estar de pie cuando me sentía bajo tierra. 



Perder a un bebé que no alcanzó a nacer es como estar atrapado entre la vida y la muerte, mientras buscas la energía para seguir adelante. Es complicado y difícil de entender, como alguien que ni siquiera nació ya había nacido en el corazón de su mamá, su papá, sus abuelos, sus tíos.



Mi bebé no alcanzó a ver la luz del día, pero encendió luces de amor e ilusión en el corazón de toda mi familia. No escuché su voz, pero sentí su presencia en mi, tan dentro de mi que los límites entre él, su papá y yo se difuminaban, éramos uno, éramos dos, eramos tres .Y de pronto sin más ya no éramos tres, solo éramos dos, solo era yo, vacía, sin vida dentro, sin vida en mi.



Mi bebé no alcanzó a abrazarme pero fue la más linda compañia, mi bebé no alcanzó a decirme que me amaba pero yo lo sentí desde que escuché por primera vez el latido de su corazón, mi bebé ya no está , pero sí se quedó todo lo que cambió en mí desde que ya no está. 


Yo no soy la misma, mi vida no es la misma. NADA y TODO cambió. 



A todos los papitos que nos quedamos con tanto amor entre pecho y espalda...







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